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"No quiero nada serio porque tengo miedo"

¿Cuántas no han sido las veces que he estado en la intimidad con alguien que me hacía bien y he dicho "no quiero nada serio"? Sin más. Sin pensarlo, lo he soltado y lo he dejado ahí. ¿Cuántas no han sido las veces que he llegado a casa y me he parado a pensar por qué? Ninguna.  Hoy lo hago, en medio de esta oficina sencilla, bajo la rutina de meter papeles todos los días y recoger llamadas de clientes improvisando con voz de camarera neoyorkina de los años 60. "Supongo que es porque acabo de salir de una relación bastante larga, aunque de eso hace casi un año". No, por eso no puede ser. "Quizá porque soy un desastre con los chicos, aunque las relaciones sean cosas de dos". No, tampoco puedo echarme la culpa de todo. "Puede ser porque no quiera darle explicaciones a nadie, aunque sé de sobra que no tiene porqué ser así". Que no, que no es por eso. "A lo mejor es miedo". Eso cuadra más. "Miedo a fallar y que me vuelvan a fallar&qu

Dafne I

                       Dafne se encendió su cigarrillo como todos los lunes nada más levantarse mientras preparaba café en la póstuma cafetera de gas que había recibido de su abuela, a la que solían conocer como "la matriarca" por vía materna y a la que todas las mujeres de sangre y raíz López tenían especial veneración. Como todas las mañanas, se miraba en el espejo e intentaba encontrar la esencia física de "la matriarca" en sus diminutos ojos grises, en la perfilada boca de sirena y la nariz aguileña que siempre la acompañaban a la entrada y salida de su soporífero día, pero nada. No encontraba los ojos marrones de enormes y guerreras dimensiones de su abuela, ni los labios carnosos con los que gritaba por las calles de Madrid en las primaveras de los años 50, al igual que tampoco encontraba la nariz delgada y pecosa por la cual "la matriarca" echaba todo el humo que la rabia contenida hacía bullir en su sangre. No obstante, ese lunes por la mañana en

Monstruo |

Los monstruos nunca han sido más monstruos que yo, pero siempre hay un "pero" y mi "pero" es que era necesario, necesario devorar todo lo que me atormentaba, necesario asustar todo lo malo que me perseguía. 

Carpe Diem |

Llegar a casa. Vaso de whisky en mano. Ropa en el suelo. Mi cama. Su olor impregnado en mi piel. Y que luego pregunten qué es el paraíso.

Comunicación |

Muchas veces me lo cuestiono, cómo empezamos tan desunidos y rompimos tan fusionados.  Por qué éramos ceniza cuando debíamos sentir fuego. Por qué éramos risas cuando debíamos sentir furia. Por qué éramos silencio cuando debíamos sentir ruido.  Por qué éramos todo aquello que no nos atrevíamos cuando debíamos escupirnos todo.  Y al final nos enfrentamos sin batalla entre medias y de hacer el amor pasamos al orgasmo fácil, de descubrir mundos nos quedamos en paseos livianos, de los "te amo" pasamos a las "buenas noches" y de las caladas de ese cigarro compartido solo exhalábamos el humo en noches marchitas. Tu mano sobre mi cabello ya no construía tirabuzones, ni mi boca sobre tu lengua hacía maravillas. Tus caricias morían con cada suspiro de mi alma y mi alma moría con cada rechazo. Los pies ya no me dolían de andar en tacones porque cada parte de mi cuerpo ya estaba rota, ni tú corrías maratones porque de tanto arrodillarte creaste tu propia y dolorosa

Amores que explotan |

Repetir tu nombre implica seguir sufriendo,  pero olvidarte resulta que me mata.  Repetir tu nombre implica sentir placer,  pero olvidarte resulta que me alivia.  Y que me sigan preguntado qué camino escojo, que siempre responderé con la misma fiereza: me elijo a mí, aunque me cueste la vida. 

Tú |

Aunque el cielo se tiña de gris y tu sonrisa de blanco, siempre me quedaré con el negro de tus ojos.